El establecimiento de reparación del siglo XXI ha dejado de ser ‘sólo’ un taller de vehículos para convertirse en un auténtico negocio, en una empresa con todo lo que ello implica. Por pequeño que sea un taller aspectos como facturación, control de costes, productividad o rentabilidad han dejado de sonar ajenos.
Uno de los elementos que inciden directamente en la rentabilidad de cualquier negocio son los costes. Si el objetivo principal de un negocio de reparación es obtener el máximo beneficio ofreciendo a sus clientes un servicio de calidad, es importante revisar cómo estás actuando y plantearte si estás aprovechando al máximo el capital del que dispones.
De esta forma, entre los aspectos que podemos valorar para ayudar a aumentar nuestra rentabilidad es realizar un análisis de los costes a través de sencillas actuaciones. Lo primero que tienes debes conocer es el estado financiero en el que se encuentra tu negocio.
Si no estás al corriente, solicita al departamento o a la persona encargada, que te presente las cuentas generales y un informe de cuáles están siendo los costes actuales para que puedas empezar a trabajar. Mientras, si eres tú mismo el cargado de llevar las cuentas, disponer de herramientas digitales te ayudará en esta labor, haciéndola más rápida y sencilla, permitiéndote dedicar más tiempo a otras tareas más importantes para el día al día del taller.
No reduzcas la calidad de tu servicio
Es primordial que en el transcurso del análisis y del nuevo planteamiento no se baraje la opción de reducir la calidad que se le ofrece al cliente, pues puede afectar directamente a tu cuenta de resultados. Un mal servicio puede suponer pérdida de clientes y, por tanto, una merma de los ingresos. Sin embargo, sí se puede reducir en costes, establecer prioridades o prescindir de aquellos que en este momento no sean necesarios para el desarrollo de la actividad o, al menos, estén ofreciendo poco valor añadido a tu negocio.
Así, puedes empezar por analizar cada gasto de la empresa por separado, tanto los costes fijos como los variables. Es decir, deben tenerse en cuenta tanto los costes de producción, así como otros costes (suministros, personal, alquiler de las instalaciones…), y estudiar cómo se pueden optimizar.
Por otro lado, teniendo en cuenta los productos, su almacenamiento y su uso, estudia cómo evitar acumular mercancías, ya que así necesitarás menos espacio para ello o cómo distribuir mejor el tiempo dedicado a las tareas que tienen que realizar tus trabajadores.
Cuidado con los costes ocultos
Los costes ocultos son aquellos que, si bien afectan de manera directa y/o indirecta a los costes totales del negocio, suelen, por diferentes causas, permanecer “invisibles a nuestros ojos”. En muchos casos, se dan porque no sabíamos que era un coste o bien porque no lo valoramos como tal. Un ejemplo serían las ineficiencias productivas por la falta de un mantenimiento adecuado de máquinas y equipos; pérdidas por productos defectuosos o mal almacenados, retrabajos, falta de planificación, accidentes laborales, alta rotación del personal, inoperancia por falta de capacitación…
Si entendemos que el coste es la cantidad de dinero que se necesita para realizar nuestro servicio, entonces, por definición, los costes ocultos son todos aquellos que no valoramos correctamente o subestimados. Sin embargo, son aquellos que pueden marcar la diferencia a final de mes…
La contabilidad de costes, una buena herramienta
La contabilidad ofrece información sobre la realidad económica y financiera de una empresa con el objeto de permitir el análisis y la toma de decisiones. Desde el punto de vista de la información que suministra, puede distinguirse entre contabilidad financiera o externa y contabilidad de costes, analítica o interna. Si la contabilidad financiera se centra en las transacciones que la empresa realiza con terceros, la de costes trata de explicar cómo se ha llegado al resultado final, analizando dónde se ha generado cada porción de este y en qué cuantía.
En este sentido, la contabilidad de costes permite, por ejemplo, conocer los costes de las diferentes fases en las que se divide el proceso productivo y de nuestro propio servicio, obtener información útil para planificar y realizar el control interno, valorar de forma correcta los inventarios de existencias en almacén, ofrecer información para la toma de decisiones de gestión como, por ejemplo, fijar precios.
¿Y cómo calcular los costes? Fundamentalmente existen dos tipos de sistemas de cálculo. El primero es el sistema de coste completo o full costing que valora la producción del periodo incorporando todos los costes directos e indirectos que han intervenido en su obtención. Por ejemplo, en un taller en el que la unidad de referencia elegida sea cada coche reparado, directos serían los recambios utilizados y el coste del operario que realizó la intervención e indirectos serían, por ejemplo, la energía consumida.
Por su parte, el sistema de coste variable o direct costing valora la producción del período incorporando solo los costes variables que han intervenido en su obtención.
Y es que, aunque pueda sorprenderte, podemos aumentar la rentabilidad de tu negocio con el análisis de costes siendo conscientes de su importancia.